Quizás sea el voyeur que todos llevamos dentro o la necesidad de acceder a la esfera de la intimidad y lo privado de otras personas donde resida el éxito de este tipo de programas que en apenas una década se han afianzado en los prime time de todas las cadenas.
Lo cierto es que dramas, empatías, enfrentamientos y pactos se sitúan en el centro de esta realidad fingida y televisada las 24 horas que hace de la audiencia su mayor aliado. Pero para que la audiencia, gran soberana no se aburra es necesario seleccionar personajes que no sean planos, que no aburran y que den juego, y aquí es dónde la fingida realidad se mezcla con la puesta en escena.
Los responsables de casting se encargan de la búsqueda directa y de la recepción de candidaturas para los cientos de programas que pueblan las cadenas. Buscan un universo heterogéneo, un colectivo con diversos roles, desde muy activos hasta otros que aburran al espectador y, por supuesto, al villano.
Al igual que la estructura clásica de los cuentos, todo protagonista debe tener un antagonista y aunque muchos dirán que no es lo mismo, que el antagonista no siempre debe ser malvado, ya que su misión es la de oponerse al protagonista y sus ideales, lo cierto es que en el fragor del reality, ser la antítesis del protagonista le convierte automáticamente en villano de la historia. Y si no, a las pruebas me remito.
Gonzalo de Masterchef, que mantuvo rencillas con concursantes y miembros del jurado, y que fue “invitado a abandonar” el programa, Aida Nízar de Gran Hermano, expulsada por echar un vaso de agua a una compañera, o el inefable Risto Mejide, jurado de Operación Triunfo, protagonista de numerosos enfrentamientos con el presentador y expulsado por humillar a los concursantes, son solo algunos ejemplos de cómo un buen casting conduce al éxito de un programa.
Un buen casting contempla el hecho de que una persona con temperamento llevada a situaciones límites puede llegar a estallar, al tiempo que el aspirante de turno conoce que ser villano es bastante rentable, ya que gracias a este papel individuos anónimos se convierten en rostros de gran poder mediático que recorrerá los platos de su cadena polemizando con compañeros y todos aquellos que le pongan por delante para convertirse, ocasional o permanentemente, colaboradores en los programas del corazón, participando en montajes periodísticos o promoviendo escándalos de dudosa credibilidad.
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